Este pasado domingo 20 de Julio tuve el privilegio junto con el resto del equipo de Mycocultura de participar en nuestro primer recorrido micológico del año. Citamos en el Parque Natural la Estanzuela en Monterrey, temprano en la mañana. Cuando realizamos la publicación del recorrido en nuestras redes sociales no sabíamos que esperar de este nuevo formato. La respuesta nos sorprendió, en menos de 24 horas tuvimos que expandir dos veces el cupo que habíamos planeado, algo que hicimos con mucho gusto.
Con forme el día se acercaba nuestras ansiedades se empezaban a sentir con más fuerza. ¿Qué pasaría si no encontrábamos hongos ese día? En nuestros comunicados en redes sociales planteamos nuestra intención de conectar con el bosque, hubiera o no hongos. Más sabíamos que quienes habían mostrado tanto interés querrían conocer a estos habitantes del bosque. Lo que queríamos dejar muy en claro es que el bosque no es un parque de diversiones. Nosotras éramos invitadas en el bosque, casa a muchos organismos con sus propias vidas, y queríamos que quienes respondieron a nuestro llamado supieran esto.
En lo que se sintió como un mantel de telas largas por parte del bosque, mientras buscamos dónde empezaríamos con nuestro itinerario encontramos un hongo nido de pájaro (Cyathus stercoreus). Esto nos dio la pauta y el ritmo para el resto del día. Como grupo no podíamos caminar muy lejos sin que alguien encontrará un hongo. Yo escuchaba mi nombre con preguntas entusiasmadas, provenientes de varias direcciones y personas, todas con el mismo interés. Saber más de los hongos que acababan de encontrar.
Fueron momentos conmovedores para mí. Nunca dejará de sorprenderme lo mucho que las personas quieren saber del mundo que les rodea. Como una respuesta sencilla y resumida no es suficiente, que hay un hambre de conocimiento técnico y específico. Fue un día de recordar lo importante que es que el conocimiento científico salga de los laboratorios y de publicaciones y que conecte con las personas. Necesitamos continuar creando espacios como este donde el conocimiento es libre para todas las personas, independientemente de lo que hayan estudiado.
¿Qué nos pueden enseñar los hongos a través de sus interacciones e interdependencias multiespecies? Esta fue una de las preguntas que hicimos en la publicación convocando al recorrido. Y ahora desde acá, un par de días después, tengo una respuesta nueva. A mí me enseñan que mientras más saben las personas del medio ambiente que les rodea, más les importa. Que los hongos pueden ser formadores de comunidades humanas y que estas comunidades comparten la responsabilidad de cuidarlos y regresarles los muchos regalos que nos dan. Para mi una de las formas en que puedo mostrar esa reciprocidad es compartiendo el conocimiento que tengo sobre los hongos, cultivando la curiosidad de las personas que se han acercado con preguntas, aunque no tenga todas las respuestas.
Más que un número de especies vistas, yo me quedo con la participación de las personas. Con la sorpresa que veía en sus rostros cuando encontraban un hongo y cómo después de encontrar uno no dejamos de encontrar más. Me quedo con la importancia de tener espacios para este tipo de exploraciones que centran al medio ambiente que nos rodea. Muchas personas creen que Monterrey es seco y desértico, pero tenemos bosques increíbles llenos de vida que debemos conocer. Me quedo con la seguridad e inclusión que sintieron quienes participaron, como las conversaciones fluían, las preguntas, el entusiasmo, las observaciones compartidas. La apertura del recorrido para todas las personas que quisieran saber más. Después de todo esto no puedo hacer más que esperar al siguiente recorrido para volver a sorprenderme.








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