Este domingo, 1 de septiembre, se llevará a cabo una concentración en Monterrey, Nuevo León, organizado por el Frente Nacional #YoPorLas40Horas. Este movimiento ha surgido en respuesta a la necesidad de reducir la jornada laboral en México, que es una de las más largas a nivel mundial, con un promedio anual de 2,148 horas trabajadas, (esta cifra claro es, sin contar el horario de traslado). La última modificación a la jornada laboral en México fue en 1917, y desde entonces, no se han realizado cambios significativos a pesar de los avances tecnológicos y el crecimiento poblacional. El Frente Nacional #YoPorLas40Horas exige una reforma que reduzca la jornada laboral de 48 a 40 horas, sin reducción de sueldo.
El evento se llevará a cabo en la explanada de la Macroplaza a las 09:00 AM, donde se espera la participación de trabajadores, sindicatos y activistas que busquen concienciar sobre los beneficios de reducir la jornada laboral, como la mejora en la salud mental y física de los trabajadores. La jornada laboral prolongada, además de afectar la calidad de vida de los trabajadores, también ha contribuido a un aumento en las tasas de mortalidad relacionadas con enfermedades ocupacionales, como accidentes cerebrovasculares y cardiopatías isquémicas. Por ello, este movimiento busca poner en el centro del debate la necesidad de una jornada laboral más justa y equilibrada.
Sin embargo, Monterrey, siendo una ciudad altamente urbanizada y un importante generador de empleo, no ha visto tanta movilización en comparación con el sur y el centro del país, donde este frente está más organizado y activo. Aunque esta falta de organización sea multifactorial, algunos de ellos se deben al grave problema de vivienda aunado al mal manejo estatal de transporte público característicos de la región, que resultan en una falta de tiempo disponible para el ocio, la recreación, y la formación personal, lo que limita la expresión de ideales y la participación activa en movimientos sociales como este.
Creo pertinente también mencionar, como uno de los factores que constriñen la protesta, a aquel ente cuasi fantasmal que ha neutralizado las relaciones obrero-patronales: el ethos regiomontano empresarial. Según Aaron Feldman, quien acuña este término en su obra “Re-sentimientos de la Nación. Regionalismo y separatismo en Monterrey” este ethos se basa en la idea de un “nosotros” esencializado que naturaliza las desigualdades y asimetrías sociales bajo la noción de un beneficio mutuo entre patrones y obreros. El ethos regiomontano empresarial ha sido clave para promover una visión del mundo donde la cooperación entre obrero y patrón es percibida como un camino armónico hacia el desarrollo. Según López Feldman, la élite empresarial regiomontana, especialmente a través del paternalismo, ha moldeado tanto la ciudad como la vida laboral en Monterrey, creando un entorno donde los trabajadores internalizan y reproducen esta visión, lo que limita su capacidad de movilización y lucha por mejores condiciones laborales.
En este contexto, la manifestación del 1° de septiembre busca romper con esta inercia y presionar para que se apruebe una reforma laboral que reduzca la jornada de trabajo, un cambio que los organizadores consideran esencial para mejorar la calidad de vida de los trabajadores regiomontanos y reconfigurar la relación entre trabajo y vida personal en la ciudad. Este movimiento, con una causa específica, debe fungir como un llamado al cuestionamiento de aquello que circunda nuestra vida no solo como trabajadores, sino como individuos que forman parte del entramado ecosocial. En este sentido quisiera finalizar esta nota invitando al a la reflexión con unas cuantas preguntas: ¿Cómo esta lucha se interconecta con otras luchas activas en mi localidad?, ¿Cómo mi trabajo me impide/me ayuda a conectar con mi entorno natural y cómo esta conexión/desconexión interfiere con mi desarrollo personal? y ¿Qué tanto de aquel ethos regiomontano empresarial ha neutralizado mi actuar?